09/04/2025

La cooperación como elemento clave para el futuro del cobre en un mercado global.

  • “En América Latina, dejando aparte a Chile, es casi imposible desarrollar actividad minera sin caer en prácticas de corrupción”, comentó Peter Eigen, fundador de Transparency International (TI), en una reunión privada que sosteníamos durante el Foro Económico Mundial (WEF) en Davos, en los años 90.
  • “¿Si TI ha empezado un ranking de corrupción, por qué no desarrolla uno que incluya  a   los países corruptores?”, le repliqué, avergonzado entre los jefes de las más importantes mineras del planeta, recordándole que una empresa que financiaba TI estaba entre las que “coimearon” a un operador de futuros de Codelco -el Davilazo-, y que hacerlo “overseas” era legal en Alemania.

Recordé esa reunión al leer la semana pasada al experto internacional Sigurd Mareels diciendo: “He trabajado en 68 países. Hay tres en los que estoy dispuesto a invertir en la industria minera: Australia, Canadá y Chile”, haciendo referencia a la corrupción y nuestro comportamiento ejemplar.

Mareels agregaba: “El futuro del cobre mundial depende en gran medida del éxito de la minería chilena”, considerando la escala de nuestra producción -irreemplazable en el corto plazo- e insistía en la necesidad de compartir infraestructura para reducir costos y disminuir los plazos de los proyectos, especialmente los acueductos, algo que ya había planteado Oscar Landerretche, ex presidente del Directorio de Codelco, ocho años atrás.

Este enfoque es un tema muy relevante para la minería nacional. El año 2003, junto a Patricio Meller y académicos de las universidades de Chile y Católica de Chile, desarrollamos el proyecto de investigación “Análisis y Evaluación de un Clúster Minero en Chile” -bajo el patrocinio del Consejo Minero- acerca de la competitividad del clúster minero que se había ido formando en Chile, a partir de los 90.

¿Qué es un clúster?

“Un conjunto de empresas e instituciones que operan a través de redes abiertas en torno a una actividad económica base de desarrollo, concentrada geográfica o sectorialmente, donde cada componente contribuye a una mayor eficiencia colectiva -economías externas y acciones conjuntas- que genera mejores resultados para todos y cuyo valor y potencial conjunto es mayor que la suma de las partes”.

Afortunadamente, el gran acuerdo Anglo-Codelco para desarrollar en conjunto el distrito minero Andina-Los Bronces, con un Plan Minero Conjunto, y que empujamos desde el directorio de Codelco en el año 2011, es un cambio de paradigma  en la dirección que recomendábamos en esa investigación. En especial “un  cambio cultural en el comportamiento de la industria, principalmente, la necesidad de que se establezca una mayor cooperación entre los actores (espíritu de confianza y sentido de pertenencia), para generar así un estimulante y productivo ambiente innovador”.

En otra investigación académica, la memoria de Gerardo Osorio sobre “Análisis de sinergias en la Minería de la Región de Antofagasta” para tres minas cercanas: Spence, Radomiro Tomic y El Abra, demostró que “es posible lograr ahorros en costos de inversión y operación, superficie utilizada, emisión de gases de efecto invernadero, e incluso mejorar la relación con las comunidades”. Para ello, se evaluaron distintos tipos de sinergias: localización de sus plantas concentradoras, suministro de energía, acueductos y tranques de relave.

Las cifras para diversos escenarios  distintos son impactantes, las que  se muestran en el cuadro siguiente:

La cooperación como elemento clave para el futuro del cobre en un mercado global.

En el citado informe sobre clúster se planteaba: “La naturaleza de los productos mineros (commodities), los procesos y tecnologías comunes que se utilizan y el tamaño y economías de escala existentes, debieran favorecer comportamientos colaborativos para aumentar la productividad, reducir los costos y mejorar la posición competitiva de la empresas mineras individuales y, por ende, de la minería chilena respecto de otros países”.

A pesar de los años transcurridos, nunca he perdido la esperanza que se instale, de una vez por todas, un espíritu de cluster, y así lo reiteraba el mes pasado en la columna “la minería y las tareas de los tiempos”. Las oportunidades son ilimitadas. Por ejemplo, las empresas pueden colaborar usando IA en:  plataformas de datos compartidos frente a  desafíos comunes; laboratorios de innovación conjunta e incluso utilizarla para facilitar conversaciones y acuerdos como árbitro neutral.

Por eso no entiendo la renuencia de ciertas empresas a impulsar ejercicios de benchmark en sus procesos y que se nieguen a compartir sus experiencias y sus datos, creyendo equivocadamente que su competidor es la faena vecina, cuando la verdad es que lo son las industrias del aluminio, la fibra óptica o los plásticos e incluso, si nos ponemos el “sombrero nacionalista”, otros países productores.

¿Serán los egos, la “vergüenza” de notarse en falta, la ausencia  de conocimientos, el temor a legislación antimonopolio, la cultura de enclave?. No importa  la causa, es evidente que sus empresas y el país están dilapidando mucho dinero.

Es por ello que suscribo entusiastamente las palabras del actual Presidente del Directorio de Codelco, Máximo Pacheco, en Ex Ante: “La cooperación entre las empresas del rubro, tanto para compartir conocimientos y experiencia, como para generar proyectos conjuntos, acelerará nuestro camino hacia una nueva forma de hacer minería …”.

Lo ocurrido entre Anglo y Codelco corresponde con la esencia del espíritu de clúster. “La generación de confianza recíproca necesaria para emprender actividades en conjunto y el proceso gradual de mayor conocimiento mutuo y acción conjunta … constituye la simiente de un ambiente de confianza y coordinación fructífera para la concreción de proyectos rentables, cuyos beneficios no se obtendrían de otra manera”.

Aún es tiempo, vamos adelante. Aquí y ahora.

 

Por Marcos Lima.